Los ojos de Dios son cuencas vacías, la mirada es del hombre que reza, aunque en nada crea. Su miedo a la noche en la oscuridad de sus cavernas, invocar a un Prometeo que les entregue aladas bocas de luz, pulsos de dios, cálidos golpes de silencio (Agustín Merino)
Transparencia
de aire, luz y silencio
El sol desnuda el azul, retira las sabanas blancas de infinita húmeda noche
Las piedras sueñan con las manos que las dieron forma
Que no tiemblan cuando cincelan en amoroso acto, tronando de olvidados ecos el
no caminar del tiempo
Tiernas manos de cantero
Las quietas agujas piden y lloran, ser cielo.